Archivado en diciembre 19, 2019
Un ciclo está por concluir, la década termina y el 2020 está a la vuelta de la esquina.
Es increíble como el tiempo huye, se van los días, la luna pasa, se aleja y vuelve… pero lo importante es valorar lo que transcurre, la madurez que se obtiene, los lugares vistos, personas conocidas y las que están por aparecer, personajes en cualquier plaza que nos alegran o disparan el enojo, creando al final momentos que nos forman y eligiendo nosotros cómo nos transforman.
Sirvan estas fechas para liberarnos también de aquello que nos mantiene estáticos, despojarnos de las cadenas que deben romperse, con la seguridad de que hay algo y alguien para nosotros en éste o al otro lado del mundo, sólo debemos tomar la decisión de salir a buscar.
Por esto, no es suficiente hacer el propósito, si no crear la mejor versión de uno mismo cada día… Este inicio de año hay que emprender nuevos retos, despojarnos de ataduras y atrevernos a viajar sin la seguridad de llegar a un hotel, de cuidar el cuerpo para no acudir a un hospital, de hacer un amigo con el nuevo vecino y recordar con todo el cariño a los que se fueron, pues siguen en la memoria siendo parte de nosotros…
Hace poco estuve presente en un debate muy interesante y polémico, eran niños que debían exponer sus ideas para hacer de su país un mejor lugar para vivir. Sorprende la forma en que están sensibilizados con todo lo que pasa y como se expresan, desde la violencia en contraste con el manejo de sus derechos. Una de las niñas cerró su discurso con una frase que me hizo mucho sentido y ahora comparto, es un proverbio africano:
«El niño que no sea abrazado por su tribu, cuando sea adulto, quemará la aldea para poder sentir su calor».
Sea pues hoy y démonos cada día un tiempo para reflexionar, para dar y recibir ese abrazo que nos haga crecer, compartir amor, pedir perdón y dar gracias a la vida por lo que podemos hacer con ella.