Archivado en abril 24, 2024
Con toda seguridad, si hubiera un artefacto que nos permitiera como el Delorean de «Volver al futuro», viajar por el tiempo, usaría mi antigua camioneta tipo Crusier negra o mejor aún, en un Mercedes-Benz «alas de gaviota» para hacerlo con estilo, elegiría llegar a la Edad Media para conocer a un genio que huye de lo común… a la vez pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, botánico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista que nació el 15 de abril de 1452, Leonardo di ser Piero da Vinci, más conocido como Leonardo da Vinci, el polímata florentino del Renacimiento italiano.
Sus innovaciones en el campo de la pintura determinaron la evolución del arte italiano durante más de un siglo después de su muerte. Sus investigaciones científicas, sobre todo en las áreas de anatomía, óptica e hidráulica, anticiparon muchos de los avances de la ciencia moderna. Fue un visionario de gran calibre, una de esas personas que son autoridades en cualquier materia.
Un genio sin duda, un hombre que destacó y ha trascendido. Su manera de pensar es un despojo de lo común.
En sus estudios sobre el dinamismo y la forma, con su extraordinaria capacidad de observar en profundidad y dibujar con absoluta precisión, Leonardo refleja concordancias entre fenómenos y procesos que en apariencia son totalmente inconexos. Los miles de dibujos que recogen sus cuadernos sorprenden en la actualidad por sus numerosos detalles y por su uso de perspectivas múltiples. De hecho, a menudo estos dibujos son modelos teóricos. Como ha señalado el investigador Daniel Arasse, cuando Da Vinci quiere crear imágenes realistas difumina los contornos de las figuras con la técnica del sfumato para reflejar cómo se muestran realmente los objetos a nuestra percepción. En cambio, cuando Leonardo dibuja objetos con perfiles nítidos, lo que hace es representar procesos naturales, como por ejemplo, la turbulencia que genera un chorro de agua al caer en un estanque.
Leonardo sentía una especial fascinación por los movimientos del agua, cuya fluidez consideraba como una característica fundamental de todo lo viviente. Anticipó la dinámica de fluidos, siendo el primero en analizar y describir detalladamente la dinámica de los vórtices de agua. Cabe decir que a día de hoy, ni tan sólo con la ayuda de ecuaciones no lineales podemos simular y analizar completamente la dinámica de los flujos turbulentos.
Dentro de sus variados temas de estudio, estableció los principios básicos de la dendrocronología, es decir, el uso de los anillos de crecimiento de los árboles para determinar su edad y las variaciones climáticas que han experimentado a lo largo de su existencia. En su famoso «Tratado de la pintura», único texto de Leonardo en circulación antes del siglo XIX, hace una digresión para dejar constancia de este descubrimiento: «Los círculos de los troncos de los árboles cortados muestran el número de sus años y si han sido más húmedos o más secos, según sea su grosor mayor o menor». Leonardo también llegó a entender correctamente la forma en que las plantas despliegan sus formas en respuesta a la gravedad terrestre (geotropismo), así como de qué modo cambian su orientación en función de la luz del sol (fototropismo).
Los fósiles llamaron asimismo la atención de Leonardo. En su época, los fósiles marinos que se descubrían en lo alto de las montañas eran comúnmente considerados restos del diluvio universal. Él observó, por ejemplo, que algunos fósiles de moluscos bivalvos mantienen unidas las dos mitades de su caparazón. Dado que en vida ambas mitades se encuentran unidas por un tejido elástico que se descompone rápidamente tras su muerte, Leonardo concluyó correctamente que tales moluscos no podían haber sido arrastrados a lo alto de las montañas por el diluvio, pues sus mitades se habrían separado, sino que habían quedado sepultados en el mismo lugar donde vivían, que luego emergería como montaña. De hecho, como explicó el eminente biólogo Stephen Jay Gould, Leonardo anticipó conceptos que la paleobiología sólo ha establecido rigurosamente en el siglo XX. Por otra parte, también describió correctamente el proceso de erosión, sedimentación y acumulación que hoy los geólogos conocen como el ciclo de las rocas.
Vegetariano de mente omnívora, Leonardo Da Vinci se adentró en todo tipo de ámbitos: pintura, escultura, arquitectura, geografía, cartografía, mecánica, geometría, astronomía, anatomía, óptica, botánica… Y aprendió sobre todo de la observación del mundo natural. Pero aunque no habló nunca de «leyes de la naturaleza», en los cuadernos conservados en la biblioteca del castillo de Windsor, elogió las «obras maravillosas de la naturaleza» (opere mirabili della natura) y escribe que «nunca se encontrará invento más bello, más sencillo o más económico que los de la naturaleza, pues en sus inventos nada falta y nada es superfluo».